La tumba de San Andrés
- Por Víctor Estala Banda
Por: Víctor Estala Banda.
El 25 de febrero de 1912 nació en la ciudad de Chihuahua la niña Luz Elena Villa Corral, única hija del matrimonio de Francisco Villa y Luz Corral Fierro. Cuando el general Villa fue confinado a la prisión de Santiago de Tlatelolco, en la ciudad de México, acusado de insubordinación y robo por parte del general Victoriano Huerta, doña Luz Corral y su pequeña hija cambiaron su residencia de la ciudad de Chihuahua a San Andrés Riva Palacio, de donde ella era originaria. Allí se sentía más segura, rodeada de familia y de gente que comulgaba con su marido.
Cuando la pequeña apenas contaba con un año y cinco meses de vida, enfermó de gravedad. Murió el 14 de julio de 1913; se cree que la causa de su muerte fue una enfermedad respiratoria, aunque en su libro doña Luz afirma que su hija fue envenenada por enemigos de su esposo.
Unos días después de la muerte de Luz Elena, el pueblo de San Andrés fue tomado por las fuerzas del gobierno, dirigidas por Félix Terrazas. Meses atrás, Villa había escapado de su prisión en la ciudad de México y, tras los asesinatos del presidente Madero y del gobernador de Chihuahua, Abraham González, dejó su refugio en El Paso, Texas, entró a Chihuahua y reclutó un gran número de hombres que conformarían la famosa División del Norte, con los cuales declaró la guerra al gobierno de Victoriano Huerta. Los federales sabían que varios de los oficiales villistas, incluido el propio Francisco Villa, tenían esposas e hijos en este pueblo y querían obligarlo a caer en una trampa.
Sin embargo, la estratagema de Félix Terrazas y del gobierno fracasó, ya que el ejército federal se vio obligado a huir en desbandada del pueblo después de la aplastante derrota que les propinaron las tropas revolucionarias el 26 de agosto de 1913.
Villa se apresuró a entrar al pueblo para buscar a su mujer. La encontró escondida en casa de unos vecinos. Se abrazaron con fuerza; Luz lloraba, viviendo el duelo de su hija en medio de una lluvia de balas. Al salir del lugar, vio que marchaban por la calle principal del pueblo más de cien prisioneros. Luz preguntó a su marido adónde los llevaban, y Villa le respondió que al panteón, a fusilarlos. Doña Luz intercedió por aquellos hombres, diciéndole a su marido que la habían tratado con respeto y cortesía durante el tiempo que controlaron el pueblo. Ese gesto fue suficiente para que Villa suspendiera la ejecución.
El 8 de diciembre de ese año, Villa asumió la gubernatura del estado de Chihuahua. Con el control de la entidad, pidió a su compadre Santos Vega —el mismo que le había construido su casa en la calle Décima y Méndez, y quien también le construiría su mausoleo— la creación de una tumba para su difunta hija. Esta sorpresa llenó de alegría y emotividad a su esposa, quien, ante la crudeza de la guerra y la rudeza de su esposo, pensaba que este había olvidado la muerte de su hija.
La tumba se encuentra en el antiguo panteón de San Andrés Riva Palacio, en franco deterioro, ya que años atrás una persona que padecía de sus facultades mentales la destruyó parcialmente, y las inclemencias del tiempo han dejado su huella. La tumba resalta en el panteón por su belleza y los detalles tallados en la cantera.
De las muchas historias que se cuentan en este lugar, familiares de doña Luz Corral afirman que, años después de la muerte de Francisco Villa, ella buscó hombres de toda la confianza de su difunto marido y les pidió en secreto exhumar los restos del general del panteón de Dolores, en la ciudad de Parral, para trasladarlos en completo sigilo al panteón de San Andrés y depositarlos en la misma tumba de su hija. La verdad de esto, quizá, nunca la sabremos.